Y se hizo la luz

Y de repente se abrió el cielo, y un enorme foco de luz llegó a nuestro cuerpo.
Levanté la mirada, y a duras penas, pude abrir los ojos. Me cegaba, pero mi retina acabó por acostumbrarse.
La ropa empezó a sobrarme: primero fue el plumífero, después la chaqueta. En nada me di cuenta de que estaba en mangas de camisa porque el calor apretaba. Sensación olvidada que ya tenía la que de unos rayos de sol tocaran mi cuerpo.
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